miércoles, 16 de enero de 2013


La caída de otro muro

 
            Los mecanismos implacables desplegados para imponer la uniformidad de los modos de gozar- con su correlato de borramiento y segregación de las diferencias- han encontrado, en ciertos acontecimientos de la historia reciente, íconos memorables. También sus derrotas se han convertido en emblemas de la policromía racial, religiosa, étnica, de lenguas, de género, sexual.

            Más inclinados a reconocer los pensamientos totalitarios en las segregaciones que más nos incomodan por nuestros propios preceptos raciales, religiosos, ideológicos solemos distraernos frente a nuestra propia mirada sesgada de ciertas diferencias a las que catalogamos, rápidamente, como ” naturales o antinaturales” y dejamos para la benevolencia de la diversidad lo cultural, olvidando que   nuestra condición humana está más cerca de participar de una naturaleza cultural que de la naturaleza de los primates de Darwin. Un descendiente de primate atravesado por el lenguaje ya no será nunca más el mismo.

            Guy Sorman en su obra “Esperando a los Bárbaros, sobre inmigrantes y drogadictos” en 1992 comentaba el caso de un magrebí rápidamente condenado a dos años de prisión  por un tribunal de Lyón por fumar cannabis (haschis para los lugareños). Y se pregunta: ¿Por fumar una hierba extranjera o por ser extranjero? ¿Qué atentaba contra el estado? Diríamos lo extranjero, lo otro.

El pensamiento mágico contra el racional, la barbarie contra la modernidad; y cita “La gente llama barbarie, escribía Montaigne, a aquello que atenta contra sus costumbres”.

Y si atenta contra sus costumbres, podríamos pensar,  atenta contra sus estándares de felicidad. Y en este rango se pueden incluir desde groseros bordes  a sutilezas de toda dimensión y textura.

El otro, lo otro, la diferencia, sus diferentes modos de gozar (vestir, comer, hablar, pensar, amar) despierta, en distintas gradaciones y degradaciones, desde la ironía, la mirada burlona, el blooper, al ataque encarnizado, la persecución y el intento de aniquilamiento. Podríamos decir que “naturalmente” o, al menos, en primeras instancias, esa es la reacción a lo diverso. Sería, entonces, si queremos sostener la antinomia nature-curture, bastante difícil sostener que la tolerancia es de la naturaleza del hombre.

Si fuera  de la naturaleza del hombre ¿las religiones de uno y otro hemisferio se esforzarían permanentemente en pacificar y hermanar; serían necesarios los contratos sociales que nos preservaran- un poco- de ese impulso a borrar, aniquilar lo otro? En definitiva  ¿hubieran sido necesarias las herramientas simbólicas- traducidas en innumerables  pactos y  legislaciones- que regularan el goce mortífero de aniquilar, borrar, igualar para tornar al otro anónimo, des-subjetivando y acallando la singularidad de los deseos?

Los espacios de integración cultural abren un espectro a una  satisfacción que desborde los márgenes de la lengua y la comida materna hacia nuevos sabores, nuevas palabras, nuevos amores. Paradoja, si las hay, la civilización nace y sobrevive gracias a esa búsqueda de lo diverso, lo éxtimo, lo exogámico.

La puja entre conservar y diversificar, transformar y uniformar,  se trasunta en la pelea pulsional que da texto y párrafo a la comedia cotidiana de cada familia, cada pareja, cada encuentro profesional o artístico,  transformado estas luchas, a veces, en verdaderas tragedias- ¿tan solo?- por pequeños detalles de vestimenta o preferencia musical que podríamos ver en las peleas de aquello que, siguiendo a Maffesoli, llamamos  tribus urbanas. (Por un quítame esas pajas te echan por la  vereda, dice el cantautor catalán.)

Aún cuando  podemos acordar que algunos consensos “mundiales” se han logrado, un presidente de color de la primera potencia de occidente, los ecumenismos religiosos, las declaraciones contra los delitos de lesa humanidad en el Norte y en el Sur, da cuenta de ello pero  también sabemos que subsisten las luchas raciales, las  étnicas y las  económicas y -a su vez- los desprecios y odios de clases en los países más avanzados¿  o podríamos  tal vez decir más maquillados?. Sino ¿qué diríamos  de la xenofobia de la pujante y civilizada Europa luego  del reciente Wall-Steeet-crack? El resurgimiento de los fundamentalismos, siempre en ciernes, nos advierten que la cuestión está siempre allí, para ser tenida en cuenta y tramitada. No hay ni logros definitivos ni un universo amable y feliz que nos espere en el horizonte del desarrollo y el progreso.

 No hay tal cosa. Hacer las paces con el vecino del edifico y el colega de la institución -evitando las peleas imaginarias con un rival que siempre encontrará quien lo encarne- parece ser universal. No es, podríamos decir, sin un trabajo. No es natural, no viene en el sett de los mecanismos automáticos. Ni  la globalización lo devoró ni antes éramos mejores.

En su libro “Los anormales” Michel Foucault da cuenta de la homologación de hermafroditas y homosexuales a la categoría de monstruosidades de la naturaleza sometidos a castigos y mazmorras de los siglos XVI y XVII por  la casta y pudorosa realeza francesa. ¿Virtudes públicas, vicios privados?

Por su parte la amada baronesa  de “la joven homosexual”, paciente de Freud, era condenada en los años ‘20, más que por intentar envenenar a su marido, por sus actos de impudicia contra la moral y obligada, en Viena, a declarar cada una de sus relaciones homosexuales con lujo de detalles.

Asi que la  feliz coincidencia de la Secretaria de Estado de los Estados Unidos de América, Hillary Clinton, entre sorprendida y pícara, retratada en Berlín con el canciller  alemán, Guido Westerwelle*, que presenta a su pareja, Michael Mronz, (AFP) merece detenernos un momento frente al reconocimiento de lo que representan los personajes involucrados en tan particular retrato, tan luego en el aniversario de la caída de “el” muro de Berlín. Muro de las etnias y las religiones pero que también condenaba a los homosexuales a usar un triángulo invertido rosa en los campos de concentración. Superpuesto a otro triángulo si, además, era judío.

En esta imagen fotográfica -ver a la derecha- se dan cita una síntesis de muros jaqueados: de género, razas, credos, preferencias sexuales, culturas, lenguas. Una mujer blanca de raíz católica, ortodoxa dedicada a la política, representante de un gobierno presidido por un negro asiste sorprendida a la  caída de otro muro de la mano de dos elegantes caballeros, blancos, europeos. Todos ellos símbolos  del amo  de occidente.

Coincidencias de las latitudes, en Argentina un juez autorizaba, casi al mismo tiempo, el primer matrimonio gay del hemisferio Sur.

Quizás otro dominó irá  volteando sus fichas y abrirá  otras partidas.
Elvira María Dianno

escrito en Noviembre 2009
, publicado en este blog en enero del 2013 y en  http://www.acep-iom-mendoza.com.ar/ddhh/lacaidadelotromuro.html desde 2010

* M.Mronz y G Westernelle se casaron en privado en Septiembre del 2010
BIBLIOGRAFÍA
FOUCALT, Michel (1999) Los Anormales ,Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica
MAFFESOLI, Michel (2004) El tiempo de las tribus México, SXXI Editores
SORMAN, Guy(1993) Esperando a los Bárbaros, sobre inmigrantes y drogadictos Buenos Aires, Emece.

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